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jueves, 4 de junio de 2009

Carta de un ex-esclavo

Como blogger novato que soy, todavía no tengo claro cuando hay que publicar algo y cuando no. Tengo un archivo de texto guarrindongo llamado semifinalesPosting.txt donde voy guardando links y cosas que me parecen suficientemente interesantes como para compartirlas y reflexionar un poco sobre ellas. Algunas llegan a ver la luz (la luz de una vela que es como mucho este blog) y otras no, pero la de hoy entró directamente en la final y empieza aquí.

Mi concepto raíz es, pura y simplemente, la libertad. La regla de oro es para este servidor de Vds., en forma pasiva, un principio de actuación diario: ante un acto concreto, si no me gustaría que me lo hicieran a mí, no se lo hago a otros. Y desde este básico punto de vista, la esclavitud es, lógicamente, abominable.

Afortunadamente, casi ya no existe como tal. Camuflada en distintas formas sigue existiendo en muchas partes del mundo; es una lucha que todavía no ha acabado, y probablemente no acabará nunca. Un hecho histórico que me encanta es la victoria, que no la guerra, de los abolicionistas en la guerra civil americana. He tropezado con el blog de Albert Esplugas en el que comparte una carta que, después de esa guera, un antiguo esclavo escribe a su ya antiguo amo, respondiendo a una de éste en la que contactó con él para que volviera a trabajar a su servicio. Sucedió en 1865, y aunque Albert nos ofrece el original en inglés aquí, en uno de los comentarios un tal jasev, amablemente, hace una traducción aproximada. Creo que vale la pena leerla. Hechas las referencias, os la pego a continuación. No la leáis en diagonal: el final es impactante y brutal. Salud y libertad a todos.


Dayton, Ohio, 7 de agosto de 1865

A mi antiguo amo, el Coronel P.H. Anderson
Big Spring, Tennessee

Señor: he recibido su carta y me he alegrado de saber que no se ha olvidado de Jourdon, y que quiere que vuelva a vivir con usted de nuevo, prometiendo tratarme mejor de lo que nadie podría. A menudo me he sentido preocupado por usted: pensé que los yanquis lo habrían colgado hace tiempo cuando encontraron en su casa a los rebeldes que había acogido. Supongo que nunca supieron que había ido a ver al coronel Martin para matar al soldado de la unión que había sido abandonado por su compañía en casa del coronel. Aunque me disparó dos veces antes de que le abandonara, no deseaba tener noticias de que le hubieran hecho daño, y me alegro de que siga con vida. Me haría bien volver al antiguo hogar y ver a Miss Mary, Miss Martha y a Ellen, Esther, Green y Lee. Transmítales mi cariño a todos ellos, y dígales que espero que nos encontremos en un mundo mejor, si no lo hacemos en este. Habría vuelto a verlos a todos cuando estuve trabajando en el hospital de Nashville, pero uno de los vecinos me contó que Henry pretendía dispararme si tenía la ocasión.

Me interesa especialmente saber cuál es su oferta. Me va razonablemente bien aquí: gano 25 dólares al mes, con provisiones y comida; tengo un hogar cómodo para Mandy (la gente la llama Señora Anderson) y los niños, Milly, Jane y Grundy, van a la escuela y aprenden mucho; el profesor dice que Grundy tiene cabeza para ser sacerdote. Van a la escuela dominical, y Mandy y yo vamos a la iglesia con regularidad. Nos tratan amablemente; a veces oímos a otros decir, "Esa gente de color era esclava en Tennessee". Los niños se sienten heridos cuando lo oyen, pero yo les digo que no era ninguna desgracia en Tennessee pertenecer al coronel Anderson. Muchos negritos hubieran estado orgulloso, como yo lo estaba, de llamarle amo. Ahora, si quisiera escribirme para decirme la paga que me daría, podría hacerme mejor a la idea de si me conviene volver.

Con respecto a mi libertad, que dice puedo tener, no tengo nada que ganar, ya que obtuve mis documentos de libertad en 1864 del Provost Marshal General del departamento de Nashville. Mandy dice que no le gustaría volver sin tener alguna prueba de que usted está sinceramente dispuesto a tratarnos con justicia y amabilidad, y hemos decidido poner a prueba su sinceridad pidiéndole que nos envíe las pagas por el tiempo que le servimos. Esto nos hará perdonar y olvidar viejos malentendidos y confiar en su justicia y amistad para el futuro.

Le serví fielmente durante treinta y dos años, Mandy durante veinte. A 25$ al mes para mí, y 2$ por semana para Mandy, nuestras ganancias ascenderían a 11.680 dólares. Sume a esto los intereses por el tiempo que ha tenido retenidas nuestras pagas y reste los gastos de vestirnos y las tres visitas del médico para mí, además de sacar un diente a Mandy, y el resultado mostrará lo que en justicia merecemos. Por favor envíe el dinero a través de Adams Express, a la atención de V. Winter, esq, Dayton, Ohio. Si no nos paga por el trabajo que desempeñamos fielmente en el pasado, poca fe podemos tener en sus promesas para el futuro. Confiamos en que el buen Dios haya abierto sus ojos para ver los males que usted y sus padres nos han causado a mí y a los míos, haciéndoles trabajar duramente durante generaciones sin recompensa. Aquí cobro mi paga todos los sábados por la noche, pero en Tennesse no había más día de paga para los negros del que había para vacas y caballos. Seguramente, algún día aquellos que privaron a los jornaleros de sus pagas tengan que devolvérselas.

Cuando responda esta carta, por favor explíquenos si habría alguna seguridad para mis hijas Milly y Jane, que han crecido y son dos jóvenes bien parecidas. Sabe lo que ocurrió con Matilda y Catherine. Preferiría quedarme aquí y pasar hambre - incluso morir, si fuera preciso - que llevar la vergüenza a mis hijas por la violencia y vileza de sus jóvenes amos. Por favor, aclárenos también si se han abierto escuelas para niños de color en su vecindario; mi mayor deseo es dar a mis hijos una educación, y lograr que sean jóvenes virtuosos.

Salude a George Carter y dele las gracias de mi parte por haberle quitado la pistola cuando usted me estaba disparando.

De su antiguo sirviente,

Jourdon Anderson